12.- Parc Nacional d,Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, Vall de Boí

 

El Parc Nacional de,Aigüestortes i Estany de Sant Maurici tiene un carisma singular gracias a la generosidad con la que el agua hace presencia en él: mansa y tranquila en los lagos, juguetona en los barrancos, elegante y suntuosa en las cascadas. Se encuentra situado justo en el centro de los Pirineos, donde está la divisoria de aguas entre los valles mediterráneos, tributarios del río Ebro, y los valles atlánticos. En el Val d'Aran está el nacimiento del Garona, que marcha hacia el noroeste y que desemboca finalmente en Burdeos (Francia). El río Escrita, el río de la Bonaigua y el Pamano drenan los valles del Pallars Sobirà, y junto con el Flamicell, que baja del Estany Gento, en la Vall Fosca, alimentan la Noguera Pallaresa. En el extremo occidental, la Noguera Ribagorçana recibe las aguas de la Noguera de Tor y el río de Sant Nicolau. Es el área de los Pirineos con una densidad más importante de lagos. Hay más de 200, aunque solo unos 150 son lagos propiamente dichos. El resto son pequeñas charcas temporales que pueden llegar a secarse a finales de verano. No todos tienen el mismo origen ni las mismas características. Los lagos originados por sobreexcavación de los glaciares, a menudo llamados lagos de circo, son bastante profundos y están situados en las zonas altas. Sus aguas presentan un característico color azul oscuro. Ejemplos de este tipo de lago son el Estany Negre de Peguera y el Estany de Contraix. Otros lagos se han originado debido a barreras de rocas transportadas por las antiguas morrenas glaciales, como es el caso del Estany Llong en el valle de Sant Nicolau o, posteriormente a causa de accidentes geológicos, como el Estany Llebreta, originado por un derrumbamiento de rocas. Generalmente las aguas del parque son muy pobres en nutrientes. La baja densidad de plancton existente hace que las aguas sean extraordinariamente transparentes y las especies que se encuentran en ellos son propias de estos ambientes tan pobres, llamados oligotróficos. Las causas hay que buscarlas en las características de la roca madre, mayoritariamente granito, una roca muy insoluble, y las bajas temperaturas que inhiben la descomposición de la materia orgánica.

Este territorio constituye uno de los conjuntos paisajísticos más espectaculares de los Pirineos. Su núcleo central está formado por una gran masa de roca granítica de unos 300 millones de años de antigüedad, que, gracias a las fuerzas de la tectónica y a la erosión, afloraron en la superficie. Estas rocas están rodeadas por otras de origen sedimentario, pizarras y calizas principalmente, que sufrieron procesos de metamorfismo y plegamiento durante el Paleozoico y que ocupan principalmente los márgenes del Parque. Mucho más tarde, en la era Terciaria y durante la orogenia alpina, las fuerzas causantes de la formación definitiva de los Pirineos trabajaron de nuevo sobre estos materiales, que experimentaron más deformaciones y grandes fracturas que incidieron de una manera muy importante en la formación incipiente del relieve actual. La acción erosiva de las masas de hielo glaciares del cuaternario, que ocuparon los valles pirenaicos, se hace especialmente evidente en este espacio natural. Durante el último máximo glacial, hace unos cincuenta mil años, importantes glaciares se instalaron en los valles existentes. Este hecho tuvo como consecuencia una intensa erosión del relieve y un "rejuvenecimiento" del paisaje, del cual los picos puntiagudos, las crestas recortadas, los grandes circos en las cabeceras de los valles y los numerosos lagos excavados en la roca son las manifestaciones más características. Las rocas graníticas tienen su origen en grandes masas de rocas fundidas, el magma, que se encuentran en el interior de la tierra y que tienen tendencia a ascender y a encajarse en rocas preexistentes. Cuando se enfrían dan lugar a rocas ígneas y según su composición mineralógica reciben diferentes nombres: granitos, dioritas, gabros, etc. La gran mayoría de estas rocas pertenecen al grupo de las llamadas granodioritas y las encontraremos en zonas como el valle de Peguera, Amitges, la cabecera de la Vall Fosca, el macizo de Besiberri, Colomèrs o en el valle de Gerber, entre muchos otros lugares. Las rocas metamórficas provienen de la transformación de rocas sedimentarias a causa de las condiciones de temperatura y presión a que se vieron sometidas. Se pueden encontrar pizarras, calcáreas, cuarcitas, esquistos, etc. Algunas de estas rocas han dado lugar a cimas tan emblemáticas como Els Encantats, formadas por calizas metamórficas. En el Montsent de Pallars y el Montorroio también encontramos calcáreas y pizarras.

Situados en la cabecera de los valles, los circos glaciales son seguramente unas de las formas más vistosas y espectaculares que se pueden ver en el Parque. Tienen forma de anfiteatro y eran los principales lugares de acumulación de la nieve y el hielo de los antiguos glaciares. De paredes casi verticales, se encuentran separados entre ellos por afiladas crestas que cuentan con picos puntiagudos que algunas veces pueden haber quedado aislados si la erosión glacial de sus vertientes fue muy intensa. Hay cientos de ellos, pero por su importancia y espectacularidad podríamos destacar los de Amitges con sus famosas agujas, el de Colomèrs, uno de los mayores del Parque, los de Peguera, Gerber, Dellui y Morrano, los de la Vall Fosca y los de la parte alta de la ribera de Caldes de Boí, donde destaca la cresta de Travessany, formada por un conjunto de agujas de gran belleza. Una gran mayoría de estos circos contienen entre sus paredes un gran número de lagos que hacen que estos lugares, tan inhóspitos de entrada, cuenten con un atractivo especial. El paso de los glaciares dejó una huella muy evidente en los valles, ampliándolos y haciéndolos más profundos. Presentan un perfil transversal en forma de "U" muy característico y un escalonamiento longitudinal más o menos marcado, desde la cabecera hacia la parte baja. Los valles principales actuaban de receptores del hielo de un conjunto de valles secundarios que, una vez desaparecidos los hielos, confluían con el principal salvando importantes desniveles mediante cascadas espectaculares.

Los lagos son sin ningún tipo de duda uno de los principales elementos que identifican este espacio natural. La mayoría son producto de la excavación del substrato rocoso por parte de los glaciares. Se encuentran repartidos por todo el territorio del Parque. La dureza de las granodioritas dificultó esta excavación, pero también ha influido de manera decisiva en su conservación posterior. La mayoría se encuentran en la base de los circos, y acostumbran a ser los más profundos, mientras que solamente algunos, como los de Sant Maurici o el Llong, se encuentran en el fondo de los valles. Son de destacar algunos lugares donde la concentración de lagos es particularmente intensa como son los circos de Colomèrs y el de Peguera y las cabeceras de la Vall Fosca y la ribera de Caldes de Boí. La sabiduría popular ha bautizado estas masas de agua ya sea por su forma como el Llong, Redó, Tort, Mangades, por su color, como los Negres, Blau o Roi, por su situación como los del Cap del Port, els Gelats (los que se encuentran a mayor altura), o por la fauna que contienen como el de los Barbs, y los de las Gargolhes y los Cabidornats (ranas y renacuajos en aranés), etc. Uno de los lugares más conocidos y visitados del Parque es el rellano de Aigüestortes, donde el agua del río de Sant Nicolau transcurre de forma mansa haciendo meandros entre ciénagas, prados y pinos negros y que se puede recorrer fácilmente gracias a unas pasarelas de madera. Este paraje, que se encuentra en la confluencia entre los valles de Morrano y de Sant Nicolau, había sido un antiguo lago, pero la aportación de sedimentos por parte de ríos y barrancos acabó rellenando completamente esta antigua cubeta que así se transformó en uno de los lugares más bonitos del Parque y que incluso le dio nombre.

Su territorio  se encuentra en una zona de alta montaña, con altitudes que oscilan entre los 1.200 y los 3.000 metros. El clima se caracteriza por inviernos largos y rigurosos, donde la nieve está presente una buena parte del año y las temperaturas descienden fácilmente por debajo de los 0ºC. En invierno los lagos se hielan y la naturaleza entra en reposo. A principios de mayo las partes más bajas del Parque suelen quedar libres de nieve, pero ésta sigue estando presente en los collados hasta bien entrado el mes de junio. Los veranos, por contra, son cortos y con temperaturas suaves, incluso frías en las noches. Durante los días calurosos de verano es frecuente el crecimiento de nubes de evolución diurna que pueden descargar fuertes aguaceros y dar lugar a tormentas con aparato eléctrico de manera más o menos habitual. El cambio de tiempo puede ser bastante repentino. La climatología del Parque se encuentra condicionada por diversos factores geográficos y morfológicos, como la diferente orientación de los valles, hecho que facilita la existencia de microclimas diferentes. La mayoría de frentes y depresiones atmosféricas llegan desde el Océano Atlántico y, por tanto, los valles abiertos al norte y al oeste presentan una influencia oceánica más importante, que provoca un clima más húmedo, con precipitaciones más abundantes y una mayor incidencia de las nieblas. Los valles que miran al este o al sur presentan una clara influencia mediterránea, con climas más secos en verano y precipitaciones menos abundantes e irregulares. En las zonas altas, el clima es más uniforme y las precipitaciones de agua o de nieve pueden llegar a ser de alrededor de 1.500 milímetros anuales. Su espectacular paisaje está dominado por una serie de elementos que se complementan, de manera casi perfecta, para dar lugar a un armonioso conjunto de picos afilados y crestas vertiginosas, bosques frondosos y prados verdes, ríos de aguas claras y lagos profundos. La fusión de antiguas lenguas de hielo dejó al descubierto un lento trabajo de escultores del paisaje. El agua del deshielo llenó todos los agujeros, dibujando manchas azules sobre las rocas, y formó bonitas cascadas que saltaban los desniveles existentes entre el valle principal, donde la erosión fue mayor, y los pequeños valles secundarios.

 

Magníficas vistas desde la parte baja de la Coma d,Abellers

 

Poco a poco la vida invadió estos páramos rocosos. Primero los líquenes se instalaron sobre la superficie de las piedras, pintándolas de colores, amarillo, blanco, naranja... Después musgos, hierbas, arbustos y árboles colonizaron los valles añadiendo diferentes tonos de verde a la paleta cromática. Los animales, pequeños y grandes, no tardaron mucho en llegar, incluyendo al hombre que dejó su huella desde el principio. En cuanto a la vegetación, a nivel general, se observa una evidente zonificación altitudinal: el incremento de altitud comporta una variación en diversos parámetros ambientales (temperaturas, precipitaciones, calidad de suelos, etc.) que se manifiestan en ciertos cambios de vegetación relativamente súbitos. Los pisos de vegetación son franjas más o menos horizontales identificables por la vegetación que tienen. El piso montano llega hasta los 1.800 metros y es la zona de los típicos bosques caducifolios centro-europeos del roble pubescente o del haya. Al ser la zona más accesible y cercana a los pueblos también ha sido más profundamente modificada y muchas veces el bosque original ha sido substituido por pinedas de pino silvestre que, de manera natural, únicamente ocuparían los lugares más secos y desfavorables. Por encima del montano está el piso subalpino. Llega a los 2.300-2.400 metros. Aquí encontramos las grandes masas forestales del Parque Nacional, los abetales y los bosques de pino negro. Los claros hechos por el hombre para obtener zonas de pasto provocan la aparición de otras comunidades temporales, como los bosques de abedules o los claros con frambuesos, epilobio o dedalera. Los abetos se extienden por las umbrías y no suben mucho más arriba de los 2.000 metros. De hecho, algunos abetales se pueden considerar bosques del piso montano, atendiendo a la composición florística del sotobosque. Más arriba dejan paso al pino negro, que forma bosques más claros con un sotobosque arbustivo muy importante de rododendro y arándano. En las zonas más umbrías está el enebro y la gayuba. En vertientes más soleadas encontramos la genista. El piso alpino es la zona de prados rasos alpinos, que ocupan el espacio donde el verano es demasiado corto para permitir el crecimiento de las masas forestales, y sólo pueden prosperar algunas especies herbáceas y arbustos especialmente resistentes. Estos pastos naturales, en lugares graníticos con suelos ácidos como los que hay mayoritariamente en el Parque Nacional, se encuentran dominados por las festucas o el cervuno, dos gramíneas muy resistentes. Localizaremos también numerosas especies de la flora alpina entre las cuales destacaríamos la genciana alpina, el ranúnculo de los Pirineos, o la silene. El piso subnival incluye las áreas más altas del Parque, generalmente crestas rocosas por encima de los 2.700 metros,  expuestas a las mayores inclemencias del tiempo. Las pocas plantas que prosperan lo hacen en grietas, rellanos o concavidades protegidas entre rocas. Uno de los ejemplos de estas pequeñas plantas tan especiales podría ser la saxífraga. En zonas muy húmedas podemos encontrar ranúnculos, orquídeas y atrapamoscas.

 

La roca denominada "Perfil del Monseñor", en la subida por la inclinada canal de acceso al Montsaliente

 

En cuanto a la fauna, los animales se encuentran aquí en su ambiente y será necesario agudizar los sentidos para poder identificarlos. Aunque no los veamos, hay 200 especies de vertebrados que viven dentro del Parque. Entre los mamíferos cabe destacar el sarrio o rebeco, el jabalí, el armiño, la marmota y el corzo. Las aves constituyen el grupo de vertebrados más numeroso de la fauna del Parque. En los bosques más inaccesibles habitan el pito negro, el urogallo, la lechuza y el piquituerto, entre muchos otros. El buitre leonado, el águila real y el quebrantahuesos son fácilmente observables sobre las laderas y las crestas desprovistas de vegetación. En los prados alpinos se encuentran la perdiz nival, el acentor, el gorrión alpino y la chova piquigualda. Entre los anfibios destaca por su rareza el tritón pirenaico. La víbora áspid es una pequeña serpiente de mordedura venenosa, pero que no ataca nunca si no es molestada. Junto con la culebra lisa europea constituye una representación en la zona del mundo de los reptiles. Finalmente, entre los peces podemos encontrar la trucha común, que encuentra su hábitat idóneo en las aguas limpias y frías de este lugar.

En la zona hay bastantes refugios, tales como los d,Amitges, de Colomèrs, el Colomina, el de Conangles, el Ernest Mallafré, el del Gerdar, el Josep Maria Blanch, el de Comes de Rubió, y otros algo más pequeños como el d,Estany Llong y el de l,Artiga de Lin.